Yo no encontré nada D:
Pero puede ser que lo sobreleyese, así que, cualquier falta me avisan.
Capítulo 1-¡No lo hagas!- Grito la chica levantándose de la cama de un salto. Un nuevo día, un nuevo e inquietante sueño. Miranda se había despertado sobresaltada, un sudor frío empapaba su frente, algo que le ocurría desde hacía ya un año, desde que había cumplido dieciséis. Sus sueños por lo general agradables y algo subidos de tono en algunas ocasiones se habían convertido en pesadillas y sueños cada vez más extraños, pero igual de repetitivos. Suspiró lentamente, y recordó a aquella dama de blanco, luminosa y cálida, que le había aportado a su sueño un nuevo contorno “Seis destinos ligados al de una sola persona, una persona que nos salvará o nos destruirá” Repetía una y otra vez la joven princesa envuelta en luz que le pedía ayuda de una manera indirecta, pero que aún no era capaz de comprender.
Miranda cogió el libro de sueños que tenía en el cajón de su mesilla, se lo había comprado hacía unos meses, buscando el significado de aquellos sueños; busco en el glosario la palabra dama y siguió en busca de la que decía misión. “Hay algo en tu vida que pronto cambiara” recitaba el pequeño texto del libro. Suspiró, ¿a qué se refería con que algo estaba a punto de cambiar? ¿Un nuevo amor? O quizás ¿alguna noticia trascendental? Se rió suavemente al comprender que lo que pensaba sonaba realmente divertido.
Era un sábado como cualquier otro, así que se vistió y llego al lugar que había acordado con sus amigos. Aún faltaba Mónica, seguramente, la chica se habría quedado dormida, Raúl la beso en la mejilla como de costumbre, sus ojos verdes se quedaron fijos en ella unos segundos, mientras su tímida sonrisa asomaba entre sus labios rosados, Leo también la saludo, Miranda lanzo un suspiro cuando se acercó a besarlo, era un muchacho con el pelo castaño y los ojos de color miel, rasgados y misteriosos, un apuesto joven que se había convertido en todo un galán apenas al llegar al instituto, su fragancia le impregno la nariz y le volvió a hacer suspirar; pasaron varios minutos charlando animadamente hasta que, finalmente, llegó Mónica con la cara colorada y la respiración entrecortada, desvelando que después de todo había llegado corriendo; se aliso la maraña de bucles morenos y se encaminaron al centro comercial entre sonrisas.
En ese instante, cruzaron el puente entre el sueño y la realidad, siguieron caminando sin entender aún que aquel atajo les iba a conducir al comienzo de todo, al más antiguo recuerdo en los albores del tiempo, salieron envueltos en un halo de luz, una cegadora luminosidad que los transporto a un misterioso paraje, al cual daban calor dos soles, uno naranja y otro blanco, el de color naranja era más grande y el de color blanco mucho más pequeño. Era un paisaje hermoso y sobrecogedor, parecía que había sido hecho por un pintor debido a la suma belleza del lugar, la llanura en la que se encontraban era de un color verdoso que de vez en cuando, era asaltada por uno o varios grupos de árboles, un pequeño riachuelo bordeaba aquel prado repleto de flores y agradables sonidos.
Parpadearon varias veces mientras admiraban el paisaje y se acostumbraban al cambio de luminosidad.
-¿Nos hemos confundido de camino?- Pregunto Leo bromeando, pues la respuesta parecía obvia.
El muchacho se giro a tiempo de ver como una centelleante estrella caía desde el infinito del cielo, transformándose en una hermosa mujer de coloridos cabellos y alas inmensas que la rodeaban, su cuerpo era más maduro y más curvado que el de aquellas muchachas que se asentaban a su lado, y veían como aquel ser se transformaba en algo diferente, algo hermoso y aún más sobrecogedor que aquel paisaje en algún confín del infinito, o en el recóndito país de las locuras. Al acabar la transformación, la doncella empezó a hablar en una lengua lejana y antigua, pero tan cambiante y novedosa como cualquier otra, parecía una lengua que habían hablado hacía ya mucho tiempo, pero que seguían queriendo como si de su lengua natal se tratara.
-Tengo una mala noticia- La miraron asombrados, ya que su voz no reflejaba miedo, incertidumbre o inseguridad alguna, sino todo lo contrario. La joven prosiguió hablando:
-Primero me presentare, me llamo Emera y soy la diosa del aire y de todos los seres que habitan en él, aves, brujas del viento e insectos voladores-
Callo un momento, al ver las caras de terror e incredibilidad de los jóvenes. Pero enseguida continúo.
Miranda la interrumpió con brusquedad, al darse cuenta de que aquello no tenía ni pies ni cabeza para ella.
-Vale, ya me he vuelto loca. Imaginemos que creo que existes y que esto no es todo producto de mi imaginación– comento la chica y siguió hablando -¿esto es algo así como el país de las maravillas de Alicia? ¿Vamos ahora a ver naipes pintando rosas blancas porque la reina las quiere rojas? ¿Nos intentaran cortar la cabeza?-
La chica suspiro, dándose cuenta de que sus amigos la miraban anonadados, como si se les hubiera ido la cabeza a los cuatro, respiro hondo y espero a que Emera contestara a sus preguntas. Mónica sonrió ante la perspectiva del país de las maravillas, pero se calló para dejar hablar a Emera y la diosa así lo hizo.
-¿De verdad piensas que esto es el país de las maravillas? Este lugar es como un sueño- aquella efímera ilusión se desvaneció momentáneamente para a continuación reaparecer envuelta en un pequeño torbellino, como si su cuerpo no pudiese quedarse demasiado tiempo en aquel lugar -estáis en Wiccana, este lugar es el nacimiento de la vida mágica y el final de la destrucción, o al menos eso intentamos-
“¿Intentamos?” pensó Miranda cruzándose de brazos y mostrando indiferencia. Emera le dedico una mirada divertida.
-Sí, intentamos- Dijo la doncella haciendo eco de los pensamientos de Miranda, esta se sintió ofendida al notar como su mente era invadida por una total extraña “¿Esto es todo producto de mi imaginación?” se repitió, Emera les entrego unos extraños libros forrados de terciopelo rojo y unos colgantes con diferentes formas.
A Mónica le entrego el colgante que poseía una sirena; a Miranda el que tenía forma de ángel; a Leo le hizo posesión del colgante que tenía forma de dragón; y a Raúl le entrego uno con la maravillosa forma de un lobo, un lobo enorme de color negro.
Mientras entregaba los colgantes Emera hacía un pequeño ritual, juntaba las manos, las separaba y las alzaba al cielo, y volvía a juntar las manos. Cuando les entrego el libro hizo exactamente lo mismo. Hecho esto acabó diciendo:
-Adiós, algún día volveremos a vernos, o al menos… eso espero.
-¡Espera!- gritó Mónica -¿Cuál es la mala noticia? ¿Qué ocurre?-
Todo aquel paisaje se fue difuminando poco a poco, hasta que finalmente, desapareció y solo quedo en un recuerdo efímero que pronto se borraría de sus memorias, en un sueño, en algo inexistente.
Miranda se despertó sobresaltada, otra vez un sueño bastante extraño, aunque esta vez la diferencia estaba en que no había sido una pesadilla… bueno quizás sí, porque parecía que realmente se había acabado volviendo loca. Se levanto, fue al baño, se ducho, se vistió y arreglo y fue a desayunar. Cuando acabo, cogió su mochila y salió corriendo hacía el instituto, llegaba tarde y como era obvio, el profesor había empezado a explicar cuando ella llamo y abrió la puerta, sus tres compañeros se le quedaron mirando, era la primera vez que no llegaba a su hora, se ruborizo, pidió disculpas, y el profesor la dejo pasar de buena gana. Se sentó junto a Mónica, que como de costumbre miraba de un lado a otro para fingir que se enteraba de todo, pues hacía garabatos y dibujos en el cuaderno que no tenían nada que ver.
-Mónica, ¿dónde está todo el mundo?-
-¿No recuerdas que esta es la clase especial?- Miranda asintió, se había olvidado completamente, es más ni siquiera recordaba lo que había hecho el fin de semana. “Maldita memoria”.
Su profesor estaba explicando alquimia, ya que, tenían el examen final a pocos días de esa semana y la gran mayoría ya no asistía salvo para algunas clases y para realizar los exámenes. Se sorprendió al oír como una voz la llamaba, era Baru, este le pregunto que si sabía cómo convertir la piedra en oro.
Miranda soltó una suave risa de ironía y contesto.
-Está comprobado científicamente que no se puede hacer.
El profesor frunció el ceño, y soltó una carcajada sarcástica con el mismo tono que había utilizado la chica antes, pero como era típico en él añadiendo un largo ¡Ja!
-Miranda, el verdadero sentido de la vida no es perceptible ante la ciencia ¿Aun no te has dado cuenta de lo que ocurre?
Miranda lo interrumpió bruscamente.
-¿Qué es lo qué ocurre?– Preguntó la chica entre dientes a Mónica, que por primera vez le prestaba atención a ella y no a sus garabatos.
-Recuerdas lo del sábado… ¿A la diosa?– Contesto la muchacha con otra pregunta mientras reía, algo que alteró a la espigada chica de ojos claros aun más.
-¿QUÉ?– Grito Miranda sobresaltada levantándose de su silla y empujando la mesa hacía delante –No puede ser, eso no puede ser real.
-Y ahora todo aclarado continuemos con la clase– Finalizó el profesor.
La muchacha cayó derrotada sobre su asiento, moviendo la cabeza en gesto negativo. “¿Qué es esto?” Pensó con una sonrisa. “Miranda es la hora de despertar.” Respondió su propia voz en su mente, la muchacha balanceo una mano, como si intentase apartar a una mosca que le molestase o un mal recuerdo.
Raúl observaba y apuntaba todo lo que Baru explicaba, no había comprendido nada de lo ocurrido, pero poco a poco lo había ido asimilando “no le quedaba más remedio” había pensando cuando se lo había explicado Mónica, ya que, así le iba a resultar más fácil hacerse a la idea de que tenía visiones, poderes sobrenaturales o algo por el estilo, además los lobos eran sus criaturas preferidas, así que algo bueno había de todo eso pues siempre había estado buscando un colgante con la imagen que ahora poseía.
Observo a Leo durante un instante, el muchacho sentado a su lado jugueteaba con uno de sus indomables cabellos, Raúl sonrió a su pesar y volvió a su tarea, mientras pensaba en lo que había ocurrido minutos antes en la clase, se extraño de que Miranda, su mejor amiga, hubiera tardado más en asimilar esa situación, era extraño que no se hubiese dado cuenta de que aquello no había sido un sueño o una ilusión, mientras pensaba y meditaba esto, se toco inconscientemente su colgante y recordó unas palabras que les había dicho Emera en Wiccana.
-Llevad siempre el colgante os será muy útil, siempre que sepáis usarlo.
Un escalofrío que le recorrió la columna, hizo que se estremeciera y dejara de prestar atención a la clase y a todo lo que le rodeaba, y siguiera sumido en sus pensamientos, “siempre que sepáis usarlo” cito para sí.
Baru acabó de explicar y justo sonó el timbre que anunciaba el final de las clases, antes de salir se aclaro la garganta y hablo:
-Esperad un segundo-
Acabó de recoger y les pidió que lo acompañaran. Por el camino, Leo y Mónica iban comentando y hablando de sus respectivos puntos de vista sobre aquel extraño acontecimiento, mientras que Raúl y Miranda iban completamente callados, como si fueran a un velatorio, más sus pensamientos divagaban en un lecho de oscuras suposiciones acerca de aquellas misiones. Miranda sintió aquella punzada en el pecho que le impidió respirar durante un par de segundos, en el cual sintió el corazón a punto de explotar, se llevo las manos al mismo y a la garganta e intento respirar. Raúl la sujeto antes de que se cayera, el contacto con su piel hizo que el aire entrara a sus pulmones como un aullido triunfal.
Llegaron hasta una pequeña cueva en las que había unas inscripciones escritas en una extraña lengua, que sentían conocer, pero de la que nada sabían… o mejor dicho, de la que nada recordaban.
Baru las leyó y dijo que estaban escritas en arcano antiguo, el lenguaje de los dioses de Wiccana, el lenguaje de la magia insoldable, la lengua de los sabios, su dialecto natal.
A Mónica le resulto muy interesante, ya que, a ella en especial le encantaban la historia y la ciencia; y por supuesto lo que más le fascinaba eran la magia y la mitología.
Había sido la primera en creerse todo aquel cuento o historia que les estaba ocurriendo, le parecía extraño, pero le encantaba y cada vez que hablaban de ello aparecía un brillo especial en sus ojos, Leo y Raúl habían recurrido a ella a contarles aquel mágico sueño que casualmente habían tenido los tres y al oír a Miranda se dieron cuenta de que habían sido los cuatro. Mónica suspiró profundamente como si fuera una chiquilla enamorada, estaba realmente fascinada, casi podía notar que cada vez todo aquello la atraía más y más, como la insoldable fuerza de un imán que la cautivaba con su fuerza magnética. Acarició el colgante de la sirena, todo el mundo le había dicho que era fluida, como lo era el agua, que podía flotar y dejarse llevar por sus sentimientos, antes no lo entendía, pero ahora sí, ya que, ella era como el agua. Rió por lo bajo y observo a Baru distraída en sus pensamientos.
-Bien lo que tengo que contaros se remonta a la época de la creación de Wiccana, un reino donde la magia está viva y fluye por todas partes en su forma más pura, no como aquí, en la Tierra, que solo quedan vestigios de lo que en su tiempo fue la verdadera pureza. Comenzare por la historia de los dioses.
Tamiris, el dios de la naturaleza y lo verde, y por lo cual de la tierra;
Tántalo, el dios de la oscuridad y el hielo;
Illussen, la diosa de la luz y de la vida;
Piro, el dios de los volcanes y los desiertos, y como consecuencia del fuego;
Emera, la diosa de los cielos y por lo tanto del aire;
Fyona, la diosa de los mares y de los ríos, y por lo cual diosa del agua;
Y Gaia, el dios del rayo y el trueno, y por ello dios de la electricidad;
Un día Illussen, la más joven, paseando por una oscuridad absoluta, encontró un lugar desolado y pidió ayuda a sus compañeros para llenarlo de magia, belleza y vida, que era lo que ella dominaba.
La dama de la luz, con ayuda de todos los demás dioses creó el fantástico mundo de Wiccana, creando montañas, bosques, glaciares, mares, cielos y estrellas. Los dioses pensaron que para proteger su maravillosa obra, establecerían un control mental con unos guardianes con los que se sentirían identificados, ya que, si bajaban a Wiccana acabarían destruyendo lo que habían creado debido a la infinidad de sus poderes. Uno de los dioses comenzó a pensar que él era el mejor de todos, no una simple sombra, la sombra de los seis, ya que, así había sido calificado siempre, pues era lo que dominaba.
Quería dominar sobre los otros cinco Tamiris, Emera, Piro, Gaia y Fyona, pero había algo que se lo impedía, la diosa Illussen, la única que había conseguido sacarle el fuego y la bondad que poseía en su tenue y oscuro corazón. Su guardián comenzó también a enamorarse de la joven portadora de la luz, que no resulto ser otra que la hija de Illussen, Shine (Brillo). El resto de los dioses y guardianes no estaban de acuerdo con aquella relación, no debían estarlo, ya que, al que habían titulado como la sombra de los seis quería destruirlos a todos, sin excepción.
Aunque amara profundamente a Illussen también cavaria la tumba de ella si seguían adelante con aquella relación con la dama de la luz.
Illussen decidió terminar con lo que sentía por él, ya que sabía que si ella moría Tántalo moriría con ella, acabando con el mundo que habían creado entre todos, debido a que si uno moría, aquel mundo perdería el equilibrio natural.
Por lo que decidieron desterrarlo encerrándolo en una celda de la que no podría escapar, un cuerpo con aspecto humano pero inmortal, a continuación lo encerraron en la celda más perfecta que pudo existir forjada con fuego de fénix, una celda de fuego oscuro de la que nadie podía huir; en el núcleo de la Tierra. Los guardianes tuvieron la misma suerte que sus dioses y se separaron.
Solo una cosa conseguirá liberarlo, aquellos que se denominan sus seguidores serán capaces de hacerlo reaccionar, obligando a un humano a convertirse en su guardián y a seis jóvenes más en los protectores de la luz.
-Pero… nosotros estuvimos hablando con Emera y ella no destruyo nada a su paso, si hubiese sido así nosotros ahora no estaríamos aquí- Dijo Mónica, interrumpiendo la explicación de su maestro.
-Claro, porque ella no estaba realmente allí, se comunico mentalmente con vosotros– Respondió Baru a la indirecta pregunta de Mónica.
-Ahora lo entiendo todo- Respondió Miranda recordando como Emera había sondeado su mente de aquella manera, averiguando lo que ella pensaba.
-Bueno ahora tenéis que seguir adelante aunque la oscuridad se cierna sobre vosotros de la manera más inminente, recordad que cuanto antes comencéis antes sabréis lo que deberéis hacer. Yo solo puedo aconsejaros pero no puedo guiaros, ese es vuestro trabajo, en vuestra mano esta elegir lo que debéis hacer....- Mónica interrumpió nuevamente al profesor, dándose cuenta de que había algo que no encajaba en todo aquello, aunque obviamente nada encajaba en todo aquel rompecabezas.
-¿Quién es usted?- Le pregunto. El profesor le dedico una sonrisa y suspiro colocando sus gafas de media luna sobre su nariz para mirarla con sus profundos ojos esmeraldas, capaces incluso de cohibir al más terrible enemigo, pero que en aquel instante no demostraban más que un familiar afecto.
-Soy Baru- respondió, Mónica estuvo a punto de interrumpirle de nuevo, pero el profesor la callo con una mano –mis antepasados pertenecen a una tribu maya a la cual hacía mucho tiempo llego una leyenda que solo unos sabios podían leer. De generación en generación se pasaron las tablas de esa leyenda que pronto se perderá conmigo, pues aún no he tenido descendencia y no tengo ganas de tenerla- aclaro Baru, guardando las gafas de media luna en su bolsillo y mostrando una ancha sonrisa-, pero si vosotros sois los elegidos, los guardianes… entonces ya no importará, porque habré cumplido mi cometido.
Dicho esto, Baru dio media vuelta y se fue, dejando al grupo completamente solo, Miranda se sentó cerca de una roca que se hallaba contra la enorme roca que contenía aquella leyenda.
-Estoy harta de todo esto, abandono, esto no tiene sentido… y encima yo no he pedido ser una GUARDIANA... – Mónica le golpeo en la mejilla, impidiendo que acabara de hablar.
Miranda elevó la mirada y vio los ojos de Mónica llenos de lágrimas, amenazando con derramarse de un momento a otro. Luego la abrazo con fuerza.
-¿Abandonas antes de empezar? Sé lo que vas a decidir, vas a decidir qué estás sola en esto. Pero no es así, yo estoy contigo, y siempre lo estaré, por mucho que me cueste o nos peleamos, te apoyare y seré un pilar sobre el que puedas apoyarte y llorar– Sin poder evitarlo, la chica lloro en un leve susurro. –Te guiare si así me lo pides. Solo dime que te de mi mano– Miranda tomo la mano que su amiga le tendía y solo añadió.
-Gracias Mónica…